miércoles, 31 de octubre de 2012

“Invictus”


Un minuto con: Diego Elías 

Diego Elías el día de su colación de grado.


“Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta…

“Del día de la lesión sólo recuerdo mis gritos, mientras pedí a mis compañeros que no me movieran… el dolor era insoportable.”
El rugby le llenó el alma y también le cambió la vida en un minuto. El tacle francés, que lo dejó tendido en el césped de la cancha de su amado Uni, tuvo consecuencias gravísimas. Una lesión en la columna cervical, dejó cuadripléjico a Diego Elías, este joven de 19 años, que vio así truncados sus sueños y expectativas.
Pero como un rugbier nunca deja de ser rugbier, Diego encontró en el deporte del cuál se enamoró, las respuestas a todas las preguntas que allí aparecían.
“Me tomó 3 años comprender que ya no volvería a ser el mismo. Pero nunca bajé los brazos. El rugby me ayudó a salir adelante y me enseño todo lo que hoy aplico en mi día a día.”



“En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.”

Años de rehabilitación. Córdoba y Cuba le regalaron la esperanza de una mejor calidad de vida, y llenaron su memoria de anécdotas, que endulzaron el amargo momento de verse “preso” entre cuatro paredes.
Entre risas y emoción, “Dieguito” recuerda las personas que conoció en esta lucha por superarse. Y su voz se entre corta al recordar a Macarena. “Sus visitas por las noches en aquel sanatorio cordobés, y nuestras larguísimas conversaciones nocturnas, me enseñaron a luchar con más fuerzas. Como no seguir adelante después de ver la fortaleza de esta pequeña de 10 años, que una mañana ya no pudo despertar.”

“Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.”

La buena posición económica de su familia se disolvió en medicamentos y tratamientos. A su lado sólo quedó su siempre fiel Papá, y esas ganas de superación constante que salían ardientes de su pecho.
“Nunca quise ser un estorbo, entonces me decidí a estudiar Abogacía. El destino me puso a Avellaneda quién me propuso estudiar en la UNSTA y me puso en contacto con Álvaro Cruz Prats. El me reunió con la doctora Isabel Rico de Aguilar; así surgió esta posibilidad.”


“Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.”

No hay obstrucción demasiado grande para que este rugbier se dé por vencido, no hay problema ni dolor que destruya su espíritu.
A Diego, cuatro años y 11 meses, le bastaron para conseguir una medalla dorada más: su título de Abogado.
Fue una tarde de febrero. Con la camiseta de su querido Uni pegada en el pecho. Bajo el ensordecedor aplauso de pie, de sus compañeros. Con un diploma honorífico por haber sido el segundo mejor promedio de su promoción. Y con el alma llena de felicidad y satisfacción, este rugbyer de la vida, dio un paso más.
Hoy, a 18 años del accidente que lo cambió por completo, “Dieguito” da charlas motivadoras para diferentes instituciones convirtiéndose, sin querer, en un ejemplo de vida para los miles de jóvenes y adultos que ya lo escucharon.
Su próxima meta es recibirse de escribano. ¿Cuánto le falta? Una materia.
Sin embargo, su lucha más dura es la que lleva a cabo, para que el Estado cumpla las normas referentes a la inclusión laboral para discapacitados.
Por el rugby vivió, y hoy la filosofía de este deporte es el que lo sostiene. Hoy gracias a él, Diego Elías tiene el alma invicta.

“No importa cuán estrecho sea el portal, cuan cargada de castigo la sentencia, soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma”.