Un minuto con: Diego Elías
Diego Elías el día de su colación de grado. |
“Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta…
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta…
“Del día
de la lesión sólo recuerdo mis gritos, mientras pedí a mis compañeros que no me
movieran… el dolor era insoportable.”
El rugby
le llenó el alma y también le cambió la vida en un minuto. El tacle francés,
que lo dejó tendido en el césped de la cancha de su amado Uni, tuvo
consecuencias gravísimas. Una lesión en la columna cervical, dejó cuadripléjico
a Diego Elías, este joven de 19 años, que vio así truncados sus sueños y
expectativas.
Pero como
un rugbier nunca deja de ser rugbier, Diego encontró en el deporte del cuál se
enamoró, las respuestas a todas las preguntas que allí aparecían.
“Me tomó
3 años comprender que ya no volvería a ser el mismo. Pero nunca bajé los
brazos. El rugby me ayudó a salir adelante y me enseño todo lo que hoy aplico
en mi día a día.”
“En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.”
nunca me he lamentado ni he pestañeado.”
Años de
rehabilitación. Córdoba y Cuba le regalaron la esperanza de una mejor calidad
de vida, y llenaron su memoria de anécdotas, que endulzaron el amargo momento
de verse “preso” entre cuatro paredes.
Entre
risas y emoción, “Dieguito” recuerda las personas que conoció en esta lucha por
superarse. Y su voz se entre corta al recordar a Macarena. “Sus visitas por las
noches en aquel sanatorio cordobés, y nuestras larguísimas conversaciones nocturnas,
me enseñaron a luchar con más fuerzas. Como no seguir adelante después de ver
la fortaleza de esta pequeña de 10 años, que una mañana ya no pudo despertar.”
“Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.”
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.”
La buena
posición económica de su familia se disolvió en medicamentos y tratamientos. A su lado sólo quedó su siempre fiel Papá,
y esas ganas de superación constante que salían ardientes de su pecho.
“Nunca
quise ser un estorbo, entonces me decidí a estudiar Abogacía. El destino me
puso a Avellaneda
quién me propuso estudiar en la UNSTA y me puso en contacto con Álvaro Cruz
Prats. El me reunió con la doctora Isabel Rico de Aguilar; así surgió esta
posibilidad.”
“Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.”
No hay
obstrucción demasiado grande para que este rugbier se dé por vencido, no hay
problema ni dolor que destruya su espíritu.
A Diego,
cuatro años y 11 meses, le bastaron para conseguir una medalla dorada más: su
título de Abogado.
Fue una
tarde de febrero. Con la camiseta de su querido Uni pegada en el pecho. Bajo el
ensordecedor aplauso de pie, de sus compañeros. Con un diploma honorífico por
haber sido el segundo mejor promedio de su promoción. Y con el alma llena de
felicidad y satisfacción, este rugbyer de la vida, dio un paso más.
Hoy, a 18
años del accidente que lo cambió por completo, “Dieguito” da charlas
motivadoras para diferentes instituciones convirtiéndose, sin querer, en un
ejemplo de vida para los miles de jóvenes y adultos que ya lo escucharon.
Su
próxima meta es recibirse de escribano. ¿Cuánto le falta? Una materia.
Sin
embargo, su lucha más dura es la que lleva a cabo, para que el Estado cumpla
las normas referentes a la inclusión laboral para discapacitados.
Por el
rugby vivió, y hoy la filosofía de este deporte es el que lo sostiene. Hoy
gracias a él, Diego Elías tiene el alma invicta.
“No importa cuán estrecho sea el portal, cuan cargada de castigo la
sentencia, soy el amo de mi destino; soy el capitán de mi alma”.
Un espectacular ejemplo del poder que tiene el Hombre. buenísima nota.
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